Como señalábamos en el punto anterior, la igualdad de género, reconocida y valorada por la Iglesia, no supone una plena identidad entre hombres y mujeres.
“La mujer – en nombre de la liberación del “dominio” del hombre – no puede tender a apropiarse de las características masculinas, en contra de su propia “originalidad” femenina. […] Los recursos personales de la femineidad no son ciertamente menores que los recursos de la masculinidad: son sólo diferentes” (Mulieris dignitatem, 10).
“Por lo tanto la promoción de las mujeres dentro de la sociedad tiene que ser comprendida y buscada como una humanización, realizada gracias a los valores redescubiertos por las mujeres. Toda perspectiva que pretenda proponerse como lucha de sexos sólo puede ser una ilusión y un peligro, destinados a acabar en situaciones de segregación y competición entre hombres y mujeres, y a promover un solipsismo, que se nutre de una concepción falsa de la libertad.
Sin prejuzgar los esfuerzos por promover los derechos a los que las mujeres pueden aspirar en la sociedad y en la familia, estas observaciones quieren corregir la perspectiva que considera a los hombres como enemigos que hay que vencer. La relación hombre-mujer no puede pretender encontrar su justa condición en una especie de contraposición desconfiada y a la defensiva. Es necesario que tal relación sea vivida en la paz y felicidad del amor compartido”. (Carta a los Obispos de la Iglesia católica sobre la colaboración del hombre y la mujer en la Iglesia y en el mundo, 14).
La mujer tiene un valor intrínsecamente valioso y propio. A partir de su realidad debe desarrollarse y actuar en el mundo. Dicha riqueza mucha veces no ha sido apreciada, siendo reducida solo al rol de progenitora y encargada del cuidado de los hijos, importantísimo rol, más aún si se considera que solo la mujer puede dar a luz, pero que no es comprensivo de toda la plena y abundante riqueza de su ser.
Para finalizar, y relativo al don de la maternidad, el papa San Juan Pablo II ha señalado que “es necesario que el hombre sea plenamente consciente de que en este ser padres en común, él contrae una deuda especial con la mujer” (Mulieris dignitatem, 18).
En las siguientes páginas, los invitamos a visualizar tres videos relativos al rol que ocupan las mujeres actualmente en la Iglesia. De igual modo, dejamos unos extractos de la Carta de San Juan Pablo II a las Mujeres de 1995, relativa a las desigualdades que se observan respectos de las mujeres en los tiempos actuales.