El ser humano se encuentra sujeto a un conjunto de exigencias las cuales no puede desatender. En efecto, toda vez que esta goza de inteligencia, libertad y voluntad, puede optar por realizar o dejar de realizar ciertas conductas. Con todo, la ejecución u omisión de tales actos se encuentra bajo el escrutinio de ciertos parámetros; correspondiéndole a la ética el estudio de los mismos, ya que es “la disciplina filosófica que estudia la dimensión moral de la existencia humana, es decir, todo cuanto nuestra vida está relacionado con el bien y el mal” (Rodríguez Dupla, 2011). Por ello, es dable hablar de normas éticas cuando nos referimos a aquellos.
En otras palabras, al existir un conjunto de valores que se estiman como valiosos, se espera que las personas adecuen su conducta en su conformidad. Por ejemplo: es deseable que exista una buena convivencia entre los miembros de una comunidad, para tal efecto, existen ciertos parámetros, cuya observancia tiene por finalidad la satisfacción de tal fin. Así las cosas, la ética, entendida como el estudio de tales principios e imperativos, así como sus normas, no se limitan a la instrucción de los pasos a seguir para alcanzar la obtención de un objetivo práctico, como sería la construcción de tal o cual artefacto, o bien que debo hacer para alcanzar un resultado determinado, como llegar a cierto lugar o a cierta hora.
La distinción delineada anteriormente ha sido identificada desde la antigüedad.
Escolásticos
Los escolásticos distinguían entre las reglas del hacer y las reglas del obrar en donde las primeras perseguían la realización de una obra material, mientras que las segundas perseguían que el comportamiento del sujeto le permitiese alcanzar la bondad o perfección.
Kant
Por su parte, en el planteamiento de Kant podemos distinguir entre los imperativos categóricos y los imperativos hipotéticos. Los primeros se presentan bajo la forma de “deber”, siendo incondicionales y su acción es objetivamente necesaria. En cambio, los segundos se presentan bajo una formula condicional, prescribiendo una conducta con un objetivo específico, y en términos de “tener que”.