El aprendizaje representa un desafío para las personas y pone en tensión sus logros en términos de autoconcepto y autoestima; estos aspectos pueden resultar determinantes cuando el sujeto se enfrenta a la tarea de adquirir nuevos conocimientos.
El autoconcepto alude al conjunto de creencias e ideas que las personas tienen sobre sí mismas en un determinado momento. Implica tener una imagen lo más realista de sí mismo. Para ello, es necesario clarificar cuales son los propios sentimientos, deseos, necesidades y motivaciones; también se debe conocer cuáles son nuestras capacidades, cualidades, limitaciones y defectos, así como reconocer las razones, ideas y valores que apreciamos para ser capaces de integrar lo que somos y lo que queremos ser.
La autoestima está influida por los valores sociales y por las apreciaciones de las personas que nos rodean. Se va formando a lo largo del tiempo por las percepciones que una persona tiene de sí en los diferentes roles que desempeña: familia, trabajo, escuela, etc. La familia, los grupos de pertenencia y los profesores juegan un papel fundamental en la formación del autoconcepto y la autoestima; por esta razón, es importante también la heteroestima, es decir, el aprender a estimar al otro y a valorarlo (Roche, 1999).
En síntesis, las personas con un autoconcepto realista y una autoestima sana están más dispuestas y mejor preparadas para aprender. La percepción que tengan los propios sujetos de si mismos como aprendices, está en relación directa con su compromiso en el aprendizaje y con su rendimiento académico.