Las estrategias de aprendizaje que se lleven a cabo para conseguir una meta u objetivo, en gran medida estará influenciado por el estilo de aprendizaje que sea más apropiado para una persona.
A partir de la teoría del aprendizaje experiencial (Kolb, 1984) y de estudios posteriores se puede clasificar cuatro estilos de aprendizaje diferentes de acuerdo a la preferencia en que el sujeto accede al conocimiento:
Estilo Activo
La persona aprende a través de la experiencia directa. La motivación es mayor hacia actividades variadas y que se le presenten como un desafío, por ejemplo aquellas que requieran realizarse en un corto tiempo y en situaciones de crisis. Su rendimiento es menos eficaz cuando su rol es pasivo y cuando deben analizar e interpretar datos de manera individual.
Estilo Reflexivo
Este aprendizaje está basado en la observación y recogida de datos. La persona adopta la postura de observador que analiza las experiencias desde distintos puntos de vista. Tienen una mayor disposición hacia actividades que requieran analizar la situación. Requieren de un mayor esfuerzo para llevar a cabo acciones no planificadas con anterioridad.
Estilo Teórico
Está basado en la conceptualización abstracta y formación de conclusiones. Existe una mayor disposición hacia actividades que impliquen analizar y sintetizas información. Aprenden mejor a partir de modelos o teorías que les permitan cuestionar e indagar. Su rendimiento es menor eficaz en actividades que impliquen ambigüedad e incertidumbre.
Estilo Pragmático
Está basado en la experimentación activa y búsqueda de aplicaciones prácticas. La persona aprende mejor con actividades que relacionen la teoría y la práctica. Se presentan mayores dificultades cuando no encuentran una funcionalidad a lo que aprenden en la realidad.